Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en Vogue y El Mexicano.

Afuera la ciudad, gigantesca, vibrante, bella, contaminante. Es medianoche y llueve. Aquí Charles Aznavour, al frente de su orquesta, canta, habla, canta y habla a la vez, baila, se abraza a sí mismo, actúa, canta, complace al público... qué profunda emoción recordar el ayer... la bohemia... Venecia sin ti.... morir de amor... Al otro día, en una suite del Hotel que ocupa durante su temporada de presentaciones en Ciudad de México, me recibe Chahnour Varinag Aznavourian (su nombre verdadero; sus padres son de Armenia aunque nació en París, “pero me siento armenio como mis mayores, por eso he cantados los pesares del pueblo armenio y me encanta la comida de Armenia”): "tengo poco más de sesenta años", cincuenta y tantas películas, no sabe cuántas canciones pero más de mil; se siente afectado por la contaminación del Distrito Federal, pero no puede evitar actuar en la ciudad cada vez que lo requieren:
-Antes venía a México varias veces al año, y
no me daba cuenta de que el clima me enferma. Desde hace una década decidí
venir solo una vez al año y realizar una temporada larga cada vez. Leía algo en que se dice que la Ciudad de
México es ahora el lugar poblado más contaminado del planeta, y es el más
bello, lástima de contaminación...
Le recuerdo cuando durante una visita a
Chile, cientos de quinceañeras se apostaron a las puertas del Hotel Carrera de
Santiago, fenómeno que recorrió toda América; él se muestra siempre muy amable,
pero lo noto como resignado a ser paciente con alguien que resalta recuerdos a
quien parece no importarle el pasado. El artista es reflexivo e inmediato en
sus respuestas; en ocasiones casi vanidoso pero prudente. Su actitud es algo
contradictoria: a ratos se muestra muy cansado, a ratos muy expresivo, muy
joven y animoso. Lo hermano con Belmondo o Delon: Aznavour también es un tipo
duro.
-Creo que aquí en América Latina sólo
conocen al Aznavour de "Venecia sin ti". Desconocen mi lado perverso,
grueso (méchant); el de mis otras
canciones, esas con las que les ajusto las cuentas a ciertas gentes. Fuera de
Francia buscan siempre al Aznavour que le canta al amor... prefieren las
canciones miel... cuando digo que no me entienden, me refiero a la clase social
que puede pagar por verme y, por lo tanto, acude a mis presentaciones. No es el
gran público que sólo me conoce por mis discos románticos, nada más.
-¿No cree que usted mismo habituó a la gente
al interpretar esas canciones románticas? Inclusive en el propio idioma del
público que se trate... porque su repertorio de canciones de amor lo tenemos
traducido al castellano, pero no lo que a usted parece interesarle...
-Está traducida creo que toda mi música al
español, como a casi todos los idiomas, lo que sucede es que cuando una canción
te dice cosas que no quieres oír, las casas disqueras las discontinúan,
desaparecen tan fugazmente como aparecieron, sólo siguen entregando al mercado
lo que la gente pide. También se debe a una necesidad de romanticismo por parte
de la gente; de cualquier manera, intento introducir en todos mis discos
canciones distintas, pero sólo aceptan las amorosas. En general, al público no
le interesa conocer toda la obra de un autor. Generalmente le gustan algunas
canciones y se quedan con ellas. Nadie quiere saber, por ejemplo, que en mis
inicios Juliette Greco interpretaba mis canciones. Y recuerdo que en ese tiempo
escribía canciones que no estaban permitidas, era un tipo duro (ríe)...
parodiando la opinión que das de lo que te reflejo de inmediato... Compuse una
canción que se llama "Mi amigo, mi Judas". No le interesó a nadie, la
descontinuaron. Por ello es que, en plan de espectáculos, cuando ando en gira,
abandoné presentar este tipo de canciones. Sólo sigo intentándolo en las
grabaciones, aunque no estoy seguro que la gente escuche todo el disco.
-Entonces, ¿qué busca con las canciones de
amor?
-Me preocupa la necesidad de comunicación
entre hombre y mujer, entre los seres humanos en general. Pero también me
inquietan las dificultades que ciertas gentes tienen para vivir, para ser, para
ocupar su espacio dentro de la sociedad: la niñez desprotegida, los jóvenes con
pocas posibilidades de crecer en un entorno asfixiante, la discriminación a las
minorías, los sordomudos, amputados, que viven en una sociedad de gentes
normales.
-¿Cómo ve la canción francesa hoy?
-No estoy muy enterado de lo que está
pasando con la canción francesa. Más bien vivo mi propia vida, fuera del
show-business. Creo que ahora la música se ha convertido en algo muy importante
en el ámbito mundial. Por ello no tengo ningún afán chovinista: oigo la música
y las noticias de todo el mundo; veo películas de diversos países, en los
países que visito voy al teatro, visito sus espectáculos, y no estoy cansado
con ninguna clase de expresión del arte. Me gustan todas las canciones. Sin
embargo, es curioso, no soy el mismo en todo el mundo. En Italia y Francia me
consideran fundamentalmente un cantante popular; en Estados Unidos,
intelectual; en Alemania, popular-intelectual, y aquí en México soy más bien un
autor-intérprete de canciones de amor; pienso que es así en toda América,
también en Chile ¿no?. Claro está,
prefiero todo eso a ser un artista desconocido.
-No sólo no es un artista desconocido, sino
que se le considera una de las glorias de la canción francesa...
-Gracias. Pienso que en la canción francesa,
antes de mí hubo un gran precursor: Charles Trenet. Fue el artista más grande
de Francia. Yo llegué inmediatamente después, y desnudé la canción. Creo que en
verdad desvestí a las mujeres, apagué las luces y puse mis manos sobre los
cuerpos. De alguna manera, también,
mediante mis canciones, ofrecí una noción clínica en cuanto al público y los
artistas que sólo entienden las cosas de una manera dramática. Pero mi escuela
la siguieron en Italia y en Francia, incluso en América: los autores que al
mismo tiempo eran intérpretes pensaron que era posible servirse de temas
sociales y locales para hacer lo mismo que yo. Desde siempre actué lo que
cantaba.
-¿Qué le gusta más: componer o interpretar?
-Es como lo del huevo y la gallina.
Imposible de explicar.
-Usted actúa sus canciones, ¿cómo ve esta
relación entre canción y teatro?
-Para mí no existe ninguna diferencia entre
una y otra expresión. Un artista debe ser a la vez actor y cantante.
Evidentemente muchos suben al escenario únicamente a cantar. Pero un artista
debe ser también actor, salvo en los casos en que interprete solamente
canciones seductoras (charmantes). Si es fundamentalmente actor, tiene que
representar su papel; si no, es una completa farsa.
-¿Así de tajante?
-Si yo tuviera tiempo y pudiera practicar
más otras artes como pintar, también lo haría. El arte es un mundo al que se
entra a fondo, plenamente. De ninguna manera creo que hay que especializarse
cuando se trata de arte. Se nace artista o no se nace.
-Es cierto que usted practica varias
disciplinas para comunicarse con el público: la canción, el teatro, la
escritura, el cine...
-Desde luego que sí. Tengo la posibilidad de
hacerlo, pues no me resulta difícil escribir o actuar. Afortunadamente no estoy
en el caso de los artistas a quienes se les da algo hecho (una composición)
para que la lleven al público, y una vez sobre el escenario tienen que defender
esa canción que escribió otra persona. Los festivales como Viña del Mar, por
supuesto, son la mejor escuela para un intérprete que debe "actuar"
la canción. Por mi parte, puedo expresar con exactitud lo que dice la canción
porque la escribí yo mismo; no tengo que inventar emociones.
-¿Cómo escribe su música?
-Generalmente trabajo muy temprano, y por
mis viajes puedo escribir donde sea que esté. Todos los ingredientes de una
canción están esperándome, lo que tiene que ver con mi atmósfera interior que
desplazo al lugar en que voy a trabajar; hay cosas comunes, como mi máquina de
escribir: siempre viajo con ella. Me basta encontrar el tema y a trabajarlo. Me
gusta escribir únicamente sobre historias reales. Yo espero darles forma y la
máquina me espera a mí. Normalmente escribo rodeado, entonces, por mis cosas de
todos los días, que son las imprescindibles de un viajero. Claro que me siento
mejor escribiendo en mi casa, más cómodo. Pero en verdad no necesito más
elementos que los que necesita cualquier escritor para crear algo.
-¿Cuándo crea sus canciones se esfuerza por
algo en especial?
-Siempre me esfuerzo por componer canciones
inteligentes, aunque aparentemente sean sencillas.
-Escribo de todo lo que puedo, pero
principalmente mis canciones.
-Veo varios libros aquí, ¿sí lee mucho?
-Eso sí, y todo tipo de autores. Y eso sí me
influye, en el sentido de que una frase me puede llevar a una canción, si bien
en muchos casos el resultado final es completamente contrario a la idea
original.

-Ha sido mi trabajo en el cine algo discreto
para mi gusto, pero no recibo generalmente buenos guiones, entre las muchas
ofertas que me llegan. Aunque me ha servido para trabajar en cintas en que
puedo expresar en algunos casos mi punto de vista, como en “Ararat”, que hizo
conmigo Atom Egoyan, acerca del genocidio de Turquía sobre Armenia. En verdad,
yo no soy ni cantante ni actor, mi verdadera pasión son las palabras, soy un hombre
que escribe canciones, alguna novela, algún guion; y lo único que colecciono
son diccionarios antiguos. Soy feliz con una máquina de escribir y un papel,
puedo llegar a buscar una palabra en forma obsesiva hasta encontrar el término
exacto que necesito para decir una canción, y si no encuentro la palabra exacta
que refleje lo que quiero decir, dejo de escribir y paso a otra cosa.
-Políticamente, ¿cómo se define?
-Soy
absolutamente apolítico. El hombre en sí me interesa, pero no me interesa el
hombre-político. Cuando uno trabaja por su pueblo, el artista se identifica con
sus afinidades. Si por algún avatar, mañana, Francia eligiera una política con
la que en lo personal no estuviese de acuerdo, entonces me vería obligado a no
seguir los dictados de mi pueblo, lo cual constituiría una herejía artística.
Pero yo sigo siendo fiel a mis convicciones. Los franceses eligen a los
políticos por mí. Yo le escribo canciones políticas al pueblo y el pueblo vota
por mí. Es decir, cuando trato de protestar por el trato a los homosexuales,
aunque yo no sea homosexual, soy apolítico; cuando intento exponer la situación
de los niños en tiempos de guerra, sigo siendo el mismo apolítico. Soy un
creador, y el creador es un hombre solo, se podría decir, que no tiene color,
no escribe ni para uno ni para otro. Nunca cantaré de manera exclusiva para el
que es de mi misma opinión, ni para el que sostiene una opinión contraria. ¿Por
qué habría de hacerlo? Yo canto y escribo para todos.Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en papel vegetal en Vogue y El Mexicano,
SITIO RAIZ: http://waldemarverdugo.blogspot.com